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El Centenario de la Provincia Vicentina de Colombia

a la luz de su historia y del contexto actual: realidad y perspectivas
Gabriel Naranjo Salazar, CM







Introducción


Sugiero el verbo “contextualizar” para resumir la reflexión que les voy a proponer: contextualizar a la Provincia en su historia y el centenario provincial en los tiempos actuales. Lo que han compartido Ustedes estos días sobre los fundadores y las obras principales, y más concretamente sobre la teología de la historia, los ha acercado a un concepto dinámico de la misma, es decir, no simplemente cronológico ni anecdótico, sino involucrante y significativo. Quisiera, pues, que nos ubicáramos en esta perspectiva para evitar una celebración del Centenario que deje a la Provincia en un invernadero, en una urna de cristal, y que nos reduzcamos a recordar con cuidado hechos del pasado, en una especie de arqueología. Intentemos dinamizarla contextualizándola en algunos hechos importantes de los últimos años; me voy a referir a seis, resbalándome de uno al otro porque están íntimamente relacionados.

Seguramente, al mismo tiempo, han ido detectando elementos de la identidad provincial que nos deben servir de presupuesto y de marco. Compartámoslos ahora de manera espontánea: la fidelidad al carisma por medio de los dos frentes apostólicos, de misiones y de formación de clero; el testimonio de los primeros misioneros, su fidelidad creativa, su intrepidez y riesgo, su capacidad para dejarse llevar por la Providencia; el equilibrio para combinar su identidad vicentina con la Iglesia colombiana y para enfrentarse a los avatares de la historia; el aprecio de que ha gozado por parte de la gente, los pobres, los obispos, el clero y la sociedad en general; la apertura misionera con fundaciones en regiones apartadas y pobres, las misiones populares de las épocas en que les eran propias, y con el envío de misioneros a otras Provincias y a lugares lejanos como el África; el apoyo a las relaciones interprovinciales a través de CLAPVI; la tradición y el espíritu litúrgicos, manifestados en la preparación de no pocos de sus miembros, en la vitalidad de sus parroquias, en la formación de los sacerdotes y en el esplendor de sus celebraciones; la vivencia de las virtudes vicentinas propias, sobre todo de la humildad y la sencillez (aunque con razón se haya dicho que el exceso de modestia le ha impedido hacer historia); la asimilación del Concilio Vaticano II (alguien llegó a decir que no había conocido una institución eclesial que mejor lo hubiera asimilado); el  sentido de la pobreza y del pobre; el sentido del trabajo y el celo misionero; el sentido del laico al ritmo de lo que ha ido sucediendo en la Iglesia posconciliar y las estrechas y fraternales relaciones con las Hijas de la Caridad; el buen espíritu y el ambiente de fraternidad; la abundancia y la autoctonía vocacionales, gracias al origen francés; su rica tradición formativa ad intra en las casas de formación y ad extra en los seminarios diocesanos; la especialización de la gran mayoría de los misioneros; la tradición de los planeamientos en las casas de formación, los seminarios, las misiones, las comunidades locales y las obras; la devoción mariana, a los Fundadores y a los santos de la Congregación y la Familia Vicentina…

En fin, abundan nuestras caracterizaciones provinciales. Lo que quiere decir que la Provincia “no ha corrido en vano”, que su historia centenaria la ha ido definiendo, que su identidad específica se confunde con su historia y que tenemos mucho que aprender de ella y recibirlo no solo como don sino también como tarea. Yo destacaría como elementos centrales y de mucha actualidad la inculturación del carisma en el contexto colombiano y la fidelidad a los orígenes, tanto de la Congregación como de la llegada del carisma a través de los cohermanos venidos de Francia, porque hoy por hoy la supervivencia de las Comunidades depende enormemente de ese doble cordón umbilical: el que las liga a los signos de los tiempos y el que las liga a sus raíces. Esta doble “fundacionalidad”, unida a las consecuentes exigencias formativas, es lo que garantiza que nuestras instituciones permanezcan vivas en función del Reino de Dios.

De esta manera vamos entrando en la dinámica celebrativa que sugería al inicio. Su punto de partida es la toma de conciencia de la herencia que nuestros antecesores nos han ido amasando, para que pasemos a contextuarla en los espacios y tiempos que ahora nos toca vivir. Y para esto, por otra parte, es muy útil tener en cuenta que son muchas las lecturas que hoy se están haciendo de los  puntos de referencia para los análisis históricos y teológicos de las instancias eclesiales. Hasta hace poco el punto de partida era casi que exclusivamente el concepto eclesiológico; hoy, sin negar el sentido de Iglesia para procesos formativos, para análisis coyunturales, para planes pastorales, se insiste en el contexto sociocultural. Así pasamos al primero de los seis contextos que les quería proponer, destacando, primero, su alcance; segundo, la presencia histórica de la Provincia en cada uno de ellos; y, tercero, el llamado que implica para la vivencia de este Centenario.