Este eximio y benemérito misionero vino a Colombia por los años de 1921, en compañía de su íntimo amigo el luxemburgués Matías Job, a los pocos meses de haber recibido la ordenación sacerdotal. Juntos, en efecto habían ingresado a la Escuela Apostólica de Wernhoustburg (Holanda); juntos fueron recibidos en el Noviciado en 1912; juntos hicieron sus estudios superiores en Panningen; y juntos se ordenaron en 1921, con el propósito de consagrarse a las misiones del lejano oriente, como ya se lo habían notificado los altos mandos de París.
Pero los designios de Dios fueron otros, y el rumbo de la nave viró hacia las tierras de América, y más concretamente a Colombia en donde prestaron invaluables servicios, y en donde se les estimó en lo que valían y se les quiso con intenso cariño.
El P. Williem Kerremans Van der Krab-ben, como reza el registro de su nacimiento inscrito en la ilustre ciudad de Breda, nació el 15 de enero de 1893 en el seno de un noble hogar formado por D. Federico Kerremans y la señora Catalina Isabel Van der Krabben. Desde niño dio muestras muy notorias de vocación misionera: inteligencia precoz, temperamento reflexivo y serio, una hermosa voz, y una salud envidiable, junto con una exquisita piedad. Sus años de Apostólica en Wernhoustburg lo acreditaron como el mejor alumno, y no menos su noviciado y sus estudios en la casa de formación de Panningen. A nosotros nos tocó en buena hora disfrutar de las primicias de su sacerdocio, y tenerlo en nuestra Provincia por varios lustros hasta su muerte acaecida en Bogotá el 2 noviembre de 1968.
La trayectoria de su vida fue sin altibajos, en todo momento luminosa y cautivante, ya como simple profesor, ora como superior en varios períodos, ya como misionante en las tierras del Huila.
Destinado en 1921 al Seminario de Ibagué, llamó allí poderosamente la atención por su brillante inteligencia, por su asombrosa memoria, y por su sorprendente facilidad para las matemáticas y la música. Como catedrático del Mayor descolló por su dominio absoluto de los Tratados de Dogma, de Derecho y de Moral. Se cuenta de él que recién llegado a Ibagué en 1921, a pocos meses de su ordenación, los escrúpulos innatos del Obispo Ismael Perdomo desconfiaron de la preparación del "nuevo profesorcillo holandés", y se le sometió naturalmente a un "examen sinodal para facultades", en forma intempestiva; llamado un buen día de improviso mientras hacía la vigilancia de los alumnos en recreo, sereno, sin inmutarse, tomó su sombrero y se encaminó a la Curia para rendir "su examen sinodal".
Ya podemos suponernos el resultado ante ese "tribunal" de los Suárez Saavedras, los Rodríguez y los Chinchillas!
Item más, con relación a su afición al canto y a la música, recuerdan algunos que con edificante humildad se matriculó en clase de solfeo, con tal provecho que al fin del curso estuvo en condiciones de reemplazar al profesor y, aún más, de preparar las partituras para una misa polifónica a grande orquesta. Desde entonces el Seminario, en este lapso, se acreditó sobre manera por sus "Veladas Líricas", hasta el punto de atraer la admiración de los mismos profesores del famoso Conservatorio de la "Ciudad Musical de Colombia".
Después de cinco años en el profesorado de Ibagué, los superiores con gran acierto, y como intuyendo aquellos grandes anhelos de apostolado "ad gentes" a que antes hicimos alusión, le pusieron en las manos el camino de las misiones campesinas y le señalaron como lote de trabajo las ardientes comarcas del Huila en la zona del Magdalena. Las parroquias de la Diócesis de Garzón evocan todavía con dejos de nostalgia aquellos tiempos maravillosos en que estos dos titanes del vicentinismo genuino y tradicional Guillermo Kerremans y Alberto Souza se hicieron sentir por su piedad y su liana e incisiva predicación en las veredas tórridas de Neiva, Campoalegre, El Hobo y Yaguará. Sin embargo, con gran pesar de su alma y perdido su dilecto amigo el portugués Souza, nuestro misionero tuvo que dar de mano a su abundosa mies opita y plegarse nuevamente al estricto y disciplinado trajín de los Seminarios con el mismo entusiasmo juvenil de 1921.
Al autor de estas líneas le cupo en suerte trabajar con él hombro a hombro a lo largo de varios años en tres Seminarios: dos veces en Garzón (1943 y 1953), una ocasión en Ibagué (1958), y otra en San Gil (1960). Cuánto aprendió de este egregio mentor de la difícil pedagogía seminarística, imposible concebirlo, menos expresarlo.
Fuerte y suave a las veces; bondadoso y exigente; nunca perdió los estribos, pero jamás claudicó. Como hombre de comunidad, fue varón de una inteligente y acendrada piedad; supo ser un subdito amoroso y abierto, y por eso llegó a ser un superior modelo. Bogotá que lo recibió en los albores de su sacerdocio en 1921, lo vio llegar de Ibagué en el doloroso ocaso de su vida en 1968, y guarda en urna de cariñoso recuerdo sus restos mortales, y el corazón de todos los misioneros de la Provincia conserva su grata memoria como la más valiosa herencia y el libro más denso de enseñanzas vicentinas. Paz a su tumba y cariño sin mengua a su remembranza indeclinable.
De los vicentinos extranjeros cuyo recuerdo ha de sernos gratísimo. Notable por su inteligencia dotada de muy fino criterio y honda visión práctica. Notable por su decidida y lograda vocación de misionero. Notable por su entrega total a la Comunidad en nuestra patria. Notable por su profundo afecto a esta tierra que hizo suya y en la que vivió su vida de sacerdote: 48 de los 76 no cumplidos al acabar su peregrinación el 2 de Noviembre de 1968. Una vez tan solo volvió a la bella, culta y próspera Holanda, donde fue su cuna; y ello porque se lo brindó la Providencia eligiéndolo diputado a la Asamblea General de 1955.
Nació el 15 de Enero de 1893 en la ciudad episcopal de Breda. Humanidades y ciencias en la Escuela Apostólica de Werntsburg. Fuese entonces, fuese en los estudios superiores, cobró cierto desamor a las ciencias naturales, y se entregó con todo su ser a la sagrada teología y sus ramas diversas: al saber propio del hombre de Dios.
El 18 de Septiembre de 1912 ingresó en el Seminario Interno en Panningen. Donde asimismo debió de pronunciar los santos votos y perfeccionó los estudios sacerdotales. En todo lo cual, como en la ordenación, 18 de Julio de 1920, tuvo de compañero al padre Matías Juan Job. Con quien, recién ungidos, tocaron playas colombianas en Barranquilla; y, subiendo el Magdalena, y por tren desde Girardot, escalaron la altiplanicie de Bogotá.
Primera colocación: en el Seminario de Ibagué. Al que, rodando los días, retornará como superior una y otra vez.
Asimismo de Garzón rector en dos ocasione:.. Primero en 1943, procedente de Santa Rosa, cuando la Comunidad volvía a la dirección del establecimiento al cabo de diez y nueve años de receso. Circunstancia que del superior de mandaba suma prudencia y tino. Y segundo, en 1953, año que el padre iba de Bogotá con la delicada misión de resolver dificultades y sosegar espíritus. Redunda declarar que una y otra vez el padre Kerremans se desempeñó airosamente. Tanto más que él había gastado los once años más floridos de su vida sacerdotal (1926-1937) en misiones por el Huila, perteneciendo a la casa de Nátaga, primeramente como cohermano, y luego como superior. Ministerios en que se había ganado la estimación y confianza plena del prelado y del clero, y el cariño entrañado de las cristiandades que evangelizaba. Trabajador incansable, misionero sencillo, que se hacía todo a todos, amoldándose a carácter y costumbres hasta llegar a ser, por voluntad y afecto, como cualquiera de los nativos.
Y aquí viene de perlas referir la amistad con la familia Rivera de Neiva. Amistad trabada con ocasión del ministerio con algún miembro de la familia. Amistad noble y digna, tan fielmente sostenida años y años. Amistad que tantos favores y servicios prodigó generosamente a la familia vicentina.
Otra casa cuyo superior en dos lapsos fue el padre Kerremans: la de Bogotá, la que presidió con firmeza y cariño, con eficacia intelectual y espiritual. Casa en que también como cohermano había desplegado sus actividades: profesor eximio, capellán de Las Mercedes tiempos que no se vislumbraba la parroquia y del asilo que denominamos Gorgonzola.
Imponderable servicio a la provincia prestó el padre Kerremans cuando en 1939, cabalmente trasladándose de Bogotá, fue a Santa Rosa con la misión trascendental de hacer de nuestra Apostólica verdadero semillero de vicentinos. Labor que cuatro años se dilató, y que, cuantos la observamos, podemos testificar qué fructuosa vino a ser.
Catedrático y profesor, principalmente de ciencias eclesiásticas, sobre manera práctico: como pocos se amoldaba a la capacidad de todo alumno.
Criterio recto y seguro. Como que intuía, ver-bigracia, quién tenía verdadera vocación... quién debía desistir...
Consejero admirable. Su juicio era siempre la expresión de la realidad... de lo que se debía hacer... de la manera como se debía hacer... de lo que se debía evitar...
Sin que mucho se trasluciera, muy virtuoso, de mucha vida interior.
A nadie contristó jamás. De todos muy querido.
Ejemplar sobresaliente de vicentino el que se ha ido a la familia del cielo.